JAVIER G. RINCÓN diario de jerez
Y ACONTECIÓ el Jueves Santo, el día del Amor Fraterno, ése en el que Jesús se hizo pan que se parte, se comparte y reparte, invitándonos a nosotros, hombres y mujeres de cualquier época y condición a partirnos, compartirnos y repartirnos a los demás. Y digo que ese Jueves "que brilla más que el sol", según rezaba el piadoso dicho, amaneció con el cielo poblado de nubes y algo fresco, en franco contraste con el "Lorenzo" y las temperaturas casi veraniegas que habíamos tenido los primeros días de la Semana Mayor.
Pero, con el cielo despejado y sin riesgo de precipitaciones según los diferentes partes, a las seis en punto de la tarde, la dorada Cruz de Guía de la Hermandad Salesiana, flanqueada a ambos lados por las reliquias de San Juan Bosco y Santa María Mazzarello, se posaba bajo el dintel del moderno Santuario de María Auxiliadora. Una cofradía con sueños aún por cumplir, como mostrar a todo Jerez bajo palio a María Madre de la Iglesia, su titular mariana, se echaba a la calle para demostrar, en versión penitencial, que el sueño de Don Bosco sigue más vivo y actual que nunca.
Un cortejo serio y bien organizado, aunque quizás algo corto para una Hermandad que radica en un centro educativo, rondando los ciento cincuenta nazarenos, vestían elegante hábito formado por túnica de color crema y capa y antifaz azules, antifaces tras los que brilla la mirada de un barrio que queda expectante de su vuelta, que sin lugar a dudas recibirá con los brazos abiertos después de haberlo esperado todo el día. Quizás, en el recuerdo de muchos de los cofrades de la Redención, estuviese la figura del bueno de Don Ruperto Pozuelo, salesiano coadjutor y maestro de taller recientemente fallecido y que enseñó a muchos jerezanos los rudimentos de la electricidad en los largos años que sirvió en nuestra ciudad.
Los cuarenta y cinco hombres que cargan con el único paso de esta Cofradía, a la voz, un año más, de Juan Bautista Oblare, y acompañados, por segundo año consecutivo, por la Banda de Cornetas y Tambores de las Tres Caídas de Arcos, que se lucieron en la salida y derrocharon buenas maneras en diferentes puntos del recorrido.
Caben destacar los estrenos de una túnica bordada en tisú de plata para la imagen del Señor de la Redención, así como la delantera del paso de misterio totalmente dorada y los faldones.
Muy de reseñar es otro de los momentos intensos de esta cofradía a la salida: la petalada que un grupo de hermanas preparó en plena avenida del Amontillado, como homenaje a su titular. Petalada previa a enfilar Plaza de la Constitución y el encuentro con los hermanos de la Candelaria, antes de encarar su encuentro con el Jerez más clásico.
Tras su paso por la Carrera Oficial, el cambio de recorrido a la vuelta, cogiendo por Alameda Vieja, Pozuelo y Letrados, previo a su paso por Plateros y Tornería, dieron buena muestra de una estación de penitencia vivida con plenitud
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